Actualidad: ¿Independecia de los medios de comunicación?
DESDE FUERA DEL PODER
¿Independencia de los medios de comunicación?
Como los medios están sujetos a ser rentables y autosostenerse, es que el poder del dinero es el que prima en lo que se debe informar.
La Nación
Manuel Martínez
Los medios de comunicación se han transformado en otro juguete en las manos de los poderosos, quienes los utilizan para enriquecerse y hacer que el público se convierta en receptor de opiniones preconcebidas. No veo la apertura que desearía en los medios, salvo excepciones casi imperceptibles, dignas de ser noticia. Ni hablar de los grupos que controlan los pocos medios escritos, radiales o televisivos, carentes de línea editorial propia, ceñidos al dictamen del diario doble tabloide como si en éste todo estuviera editado para que lo reprodujeran. Es como recibir una receta mediática que impone la línea que debe ver la sociedad. En ese lugar ha habido espacio para más de un intrigante, para discursos enmarcados en una clara posición derechista o juicios que legitimizan este juguete del señor de apellido inglés que ha intervenido en lo más profundo de la sociedad chilena al menos los últimos 50 años y convertido a esta herramienta comunicacional en una entretención que sirvió de soporte hasta para los fundamentos de un golpe de Estado.
Como los medios están sujetos a ser rentables y autosostenerse, es que el poder del dinero es el que prima en lo que se debe informar. A un lado queda cualquier opción de denuncia que pueda alterar al grupo de poder que dirige el medio o algo que ponga en tela de juicio sus intereses. Así se comienza a perder la independencia. Este cuarto poder ha sido absorbido por un poder económico o fáctico que decreta y dictamina hacia dónde debe ir la sociedad, influyendo desde la moral hasta en la intervención grosera de lo que es bueno o malo. Si la sociedad y el ciudadano común no advierten esta invasión, estamos entrando a ser receptores sin rumbo, incapaces de dar nuestras opiniones o nuestras experiencias, los únicos elementos que nos permitirían frenar este proceso silencioso pero permanente.
Por otro lado, está la Concertación, que bordea las dos décadas en el poder y que extrañamente se ha resistido a respaldar a otros medios de comunicación que no sean los tradicionales, publicitando y pagando por difundir actividades y acciones en las alternativas. Al contrario, a ésas las ha maltratado sin contemplación y hasta en forma sesgada. Esto en alguna medida contribuyó al cierre de medios escritos que siempre se recordarán con respeto, porque en ellos se ejerció un periodismo serio y de calidad. Ahí están varias revistas que ya no existen o diarios tan potentes como “La Epoca”, el recordado “Fortín Mapocho” y el hace poco desaparecido “Diario 7”, que duró casi lo que debía permanecer como vehículo de campaña. Mucha farándula es la receta. Algo así como pan y circo, tener al pueblo entretenido con estupideces, porque con eso se puede convencer con tópicos preconcebidos que tarde o temprano darán frutos, que se traducirán en obtener el poder. No sólo para gobernar, sino para mantener a los ciudadanos sumidos en la ignorancia social, un pecado colectivo muy preocupante. Es eso que vemos instalarse en la cotidianidad, “la farándula” que nos invade de modo grosero, llevándonos a perder el sentido de lo discreto, invadiendo los hogares y haciendo que un porcentaje importante de los medios televisivos armen una suerte de complejidad social de los sin-asuntos, una materia que puede incluso ser usada como fuente de conversación en la familia, anteponiendo materias que sí debiesen estar en la conversación de una sobremesa, como el propio sentido del ser familia.
Deberíamos tirar la cadena. Creo que debiésemos buscar una fórmula para que los pocos medios más imparciales estuvieran menos contaminados por las ideologías regidas por el patrón. Deberíamos poder buscar la información en forma más prolija y menos sensacionalista. No es necesario el morbo para que la gente dimensione una tragedia. Es necesario lograr que la prensa se acerque a la verdad, que las noticias sean eso y no una invención caricaturesca. Ojalá nuestra prensa entienda y que sus propietarios entiendan que la independencia de los medios le hace bien a un todos y permite el libre ejercicio de una profesión tan noble y tan influyente.
Publicado: Diario La Nación, Lunes 23 de julio 2007
¿Independencia de los medios de comunicación?
Como los medios están sujetos a ser rentables y autosostenerse, es que el poder del dinero es el que prima en lo que se debe informar.
La Nación
Manuel Martínez
Los medios de comunicación se han transformado en otro juguete en las manos de los poderosos, quienes los utilizan para enriquecerse y hacer que el público se convierta en receptor de opiniones preconcebidas. No veo la apertura que desearía en los medios, salvo excepciones casi imperceptibles, dignas de ser noticia. Ni hablar de los grupos que controlan los pocos medios escritos, radiales o televisivos, carentes de línea editorial propia, ceñidos al dictamen del diario doble tabloide como si en éste todo estuviera editado para que lo reprodujeran. Es como recibir una receta mediática que impone la línea que debe ver la sociedad. En ese lugar ha habido espacio para más de un intrigante, para discursos enmarcados en una clara posición derechista o juicios que legitimizan este juguete del señor de apellido inglés que ha intervenido en lo más profundo de la sociedad chilena al menos los últimos 50 años y convertido a esta herramienta comunicacional en una entretención que sirvió de soporte hasta para los fundamentos de un golpe de Estado.
Como los medios están sujetos a ser rentables y autosostenerse, es que el poder del dinero es el que prima en lo que se debe informar. A un lado queda cualquier opción de denuncia que pueda alterar al grupo de poder que dirige el medio o algo que ponga en tela de juicio sus intereses. Así se comienza a perder la independencia. Este cuarto poder ha sido absorbido por un poder económico o fáctico que decreta y dictamina hacia dónde debe ir la sociedad, influyendo desde la moral hasta en la intervención grosera de lo que es bueno o malo. Si la sociedad y el ciudadano común no advierten esta invasión, estamos entrando a ser receptores sin rumbo, incapaces de dar nuestras opiniones o nuestras experiencias, los únicos elementos que nos permitirían frenar este proceso silencioso pero permanente.
Por otro lado, está la Concertación, que bordea las dos décadas en el poder y que extrañamente se ha resistido a respaldar a otros medios de comunicación que no sean los tradicionales, publicitando y pagando por difundir actividades y acciones en las alternativas. Al contrario, a ésas las ha maltratado sin contemplación y hasta en forma sesgada. Esto en alguna medida contribuyó al cierre de medios escritos que siempre se recordarán con respeto, porque en ellos se ejerció un periodismo serio y de calidad. Ahí están varias revistas que ya no existen o diarios tan potentes como “La Epoca”, el recordado “Fortín Mapocho” y el hace poco desaparecido “Diario 7”, que duró casi lo que debía permanecer como vehículo de campaña. Mucha farándula es la receta. Algo así como pan y circo, tener al pueblo entretenido con estupideces, porque con eso se puede convencer con tópicos preconcebidos que tarde o temprano darán frutos, que se traducirán en obtener el poder. No sólo para gobernar, sino para mantener a los ciudadanos sumidos en la ignorancia social, un pecado colectivo muy preocupante. Es eso que vemos instalarse en la cotidianidad, “la farándula” que nos invade de modo grosero, llevándonos a perder el sentido de lo discreto, invadiendo los hogares y haciendo que un porcentaje importante de los medios televisivos armen una suerte de complejidad social de los sin-asuntos, una materia que puede incluso ser usada como fuente de conversación en la familia, anteponiendo materias que sí debiesen estar en la conversación de una sobremesa, como el propio sentido del ser familia.
Deberíamos tirar la cadena. Creo que debiésemos buscar una fórmula para que los pocos medios más imparciales estuvieran menos contaminados por las ideologías regidas por el patrón. Deberíamos poder buscar la información en forma más prolija y menos sensacionalista. No es necesario el morbo para que la gente dimensione una tragedia. Es necesario lograr que la prensa se acerque a la verdad, que las noticias sean eso y no una invención caricaturesca. Ojalá nuestra prensa entienda y que sus propietarios entiendan que la independencia de los medios le hace bien a un todos y permite el libre ejercicio de una profesión tan noble y tan influyente.
Publicado: Diario La Nación, Lunes 23 de julio 2007
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