Un fantasma acecha y se alimenta de la polarización.

Para nadie es un misterio que soplan vientos de una crisis global económica, política, de representación y de democracia, esta última, a mi juicio la más preocupante de todas.

De esta situación se han aprovechado esas democracias neoliberales, que bajo el poder económico causaron estragos y generaron desesperanza y ahora nuevamente pretenden dar soluciones cautivando con el retorno del autoritarismo de Estado, colocando la lápida para quienes añoran una sociedad con más derechos sociales y menos inhumana. Una serie de sucesos sociales y políticos han desencadenado la proliferación del neofascismo a nivel mundial, en el viejo continente, con Vox en España, el inesperado giro de Suecia a la derecha, ni hablar de Italia y su retroceso a los días más oscuros del fascismo de Mussolini. En América llegaron al poder, gracias a campañas mediáticas de populismo y desinformación personajes nefastos para sus países, como fue en su momento Trump en Estados Unidos; con Bolsonaro en Brasil, que mantiene un no despreciable 43% de adhesión popular; o lo padecido acá en Chile con el negacionista y ferviente admirador del dictador Pinochet, Kast, quien, no sólo ganó las primera vuelta presidencial, sino que, sacó un importante apoyo del 44% en segunda vuelta y aun con una amenaza latente en el continente, en Argentina con Milei el año 2023.

En nuestro país estamos llegando a esta posición compleja de proliferación del fascismo. Claramente es consecuencia de la polarización que han generado estos sectores de ultraderecha que les ha permitido reconfigurar el espacio político del sector en torno a la figura del peligro de volver “al comunismo del 73”. Específicamente grupos más radicales representados por el partido Republicano, con el apoyo de sectores empresariales, medios de comunicaciones, campañas en redes sociales,  sectores de la dictadura militar en (R) y activistas políticos de dudosa reputación, como “Pancho Malo”, encargados de hacer el trabajo sucio. Fueron polarizando en torno, primero, a una máxima del fascismo, caricaturizar al Comunismo y asociándolo a Boric, como una epidemia aún peor que el Covid, subterfugio que en la campaña presidencial no les resultó. Pero luego, se reactivaron para el plebiscito Constitucional con mayor fuerza, mayor poder económico y con una campaña comunicacional de fake news aun mayor y que les dio resultado, ganado el rechazo.

Sucede que en la sociedad, en los sectores más vulnerables y más postergados, cuando se produce un desencanto a las expectativas a un gobierno o a sistemas políticos, el poder económico, el capitalismo busca figuras fuertes, autoritaritas, que muestren imponer políticas conocidas de orden estructurado y establecido, en forma populista.

Cuando el gobierno de Piñera deja un país devastado, con un estallido social, con represión, muertos, que generó una crisis social y política, con una economía en mal pie, alta delincuencia, una política migratoria que hace agua, un grave conflicto con pueblos originarios. Las expectativas del nuevo Gobierno eran altas y existía mucha ansiedad. Entonces se produce un desencanto, porque no se ve, que se avance con la celeridad de como la sociedad los requiere, ni con los ejes, por los cuales fue elegido el presidente para gobernar.

Es aquí, en estas circunstancias, donde se alimentan de la frustración, de las necesidades y vicisitudes que están atravesando las personas, siendo el caldo de cultivo para que proliferen estos sectores de ultraderecha radical con sus discursos populistas, de anti política y hasta golpistas, cada vez más centrados en la violencia y en discursos de odio, como lo hemos visto estas últimas semanas y que en definitiva lo usan como una estrategia, de alguna forma, para mantener a su sector en la agenda política país. Como ha ocurrido en esta semana con Pancho Malo, De la Carrera y otros de estos personajes sórdidos que han llegado a la política pública de nuestro país.

La pregunta es, como estos sectores, sin ningún interés por mejorar el bienestar de las personas hacen eco con su discurso de odio a sectores más postergados. Será que vamos hacia la derechización social producto del sistema, que exalta el individualismo, el consumismo, la desigualdad; o será la falta de representatividad política, donde quienes gobiernan no cumplen lo que prometen, generando aún más rabia y frustración, e incrementando esta polarización.   

Lo que queda claro, es que esta polarización generada por estos sectores de ultraderecha, se han trasformado en una enemiga de la democracia.

Como dijo Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".

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